viernes, 28 de junio de 2013

Nuevas técnicas de dolor sin parto.

He llegado hasta aquí por azar, sin proponérmelo. En realidad, fui extirpado, diría arrastrado, atravesando una frontera biológica. Los que me depositaron en manos extrañas con aroma a desinfectante, tuvieron su propósito y lo disfrutaron por diez minutos estadísticos. Fui desembolsado de un lugar tibio donde estuve sumergido en un placer uterino. Sufrí el choque del frío de la noche, de la tarde o la mañana, da igual sin tiempo. Lloré por primera vez, me acurruque, me arrugué, temblé y volví a llorar, por muchas veces, en silencio. Cuando pude abrir los ojos, a duras penas vi sus caras y dentro de ellas, estudiadas sonrisas teatrales me observaban detrás de la luz cómplice, mientras quitaban la grasa de meses que cubrían mi cuerpo y prometían, como si eso me importara:
-abuelo, aquí va a estar mejor.



Zurdo.

Antes era un escritor de izquierda. Ahora, aburguesado, me compre la notebook en cuotas y escribo con las dos manos.


Sacrificio.

Si me amas, no me pidas nada, a cambio, te daré lo que no tengo.


Adultera.

Cuando me abrace a la causa, el marido me corrió por derecha.



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